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Vivimos como los monges ágrafos que condenaron a Gutemberg

El escritor argentino Federico Andahazi comenta con La Mula su última novela, El libro de los placeres prohibidos.

Publicado: 2013-07-25

Hundió el escalpelo en la base del cuello y después de hacer una incisión vertical hasta el pubis, el asesino inició el proceso de desollar cuidadosamente a Zelda, una prostituta de las Adoratrices de la nueva canasta, una casa de putas devotas y dedicadas que ocultan entre sus muros algo muy importante, algo por lo que muchos justificarían al asesino. Federico Andahazi describe la piel extendida de su personaje como la forma de una mujer deshabitada. Entonces el crimen, Dios y una ramera muerta dan inicio a El libro de los placeres prohibídos, reciente novela del escritor argentino.

Muy cerca de la casa de putas, tres hombres son sometidos a una inspección curial. Con el tacto de los dedos ajenos sobre sus testículos y tragando la humillación con la que se comprueba su sexo, inician el juicio contra ellos o la guerra. Uno de esos hombres es Johannes Gutemberg, falsificador, estafador, ladrón y más. Los otros dos; sus socios, un calígrafo excepcional y un banquero. Siempre se necesita capital…

Así Andahazi teje dos historias, la de los asesinatos de la casa de prostitutas de Mainz, Alemania y la del juicio a Gutemberg en 1465, del que lo primero que dice es y de manera muy clara “No, él no inventó la imprenta, lo que inventa Gutemberg es una máquina para falsificar los manuscritos que llevaban dos años de trabajo a los monges ágrafos. El lo hacía en dos horas. La invención de la imprenta iba a ocurrir de todas maneras. Los copistas se preparaban para empezar una guerra contra los imprenteros, y con Dios de su lado. El holandés Laurens Coster es otro personaje sobre el que cae también la autoría del invento Él denuncia que un discípulo suyo robó su máquina… ¿Gutenberg? Es muy probable".

"Así Gutemberg se convierte en el primer pirata de la historia. La literatura cambió después de él. Esta iba a ser una historia sobre el nacimiento de la imprenta y un retrato de aquella guerra entre los primeros imprenteros y los últimos copistas", comenta Andahazi. "Fui por Mains, después a Holanda, Bélgica. Incluso llegué a reconocer la firma del notario del juicio. Y hay cosas que dejé azhar. Creo en el azhar. Asi concebimos novelas. Si bien Gutemberg era indeludible, encuentro datos sospechosos, lagunas. La única constancia de su existencia son los archivos judiciales contra él, por estafa, falsa promesa de matrimonio y una sucesión de hechos por el que puedo reconstruirlo y mostrarlo."


¿El personaje de la prostituta es fascinante para ti, no?

“Una puta llega a ser un personaje sagrado: encarna los misterios de la feminidad, pero más allá de eso, esta novela es una suerte de saga de continuación de primer libro que fue El anatomista, que también estaba centrado en la figura de la prostituta. Pero no es una continuación por lo argumental ya que El libro de los placeres prohibidos ocurre antes de El anatomista sino por algo muy simple. Tenía veintipocos años cuando escribí El anatomista. Creía que la literatura se trataba de formular preguntas, ahora que tengo cincuenta, creo que los autores también tenemos derecho a contestarnos. Y mi pregunta fue: ¿en qué momento la sexualidad dejo de ser algo agrado para ser algo pecaminoso, prohibido?” 

Y sin tomar aire, Andahazi parece tocar una masa, también en el aire, tuerce los dedos y responde enérgicamente. “En los tiempos de Babilonia la sexualidad era sagrada hasta tal punto que se ofrecía en los templos por sacerdotisas. Yo hubiera sido muy devoto, claro en medio de esas orgías. Mientras más placer, mayor era la ofrenda a Ishtar, la diosa babilónica del amor y de la guerra".

Pero hay un hecho histórico que cambiaría para siempre la sexualidad concebida como ofrendas en las increíbles orgías que describe Andahazi, no solo en la conversación sino en la novela. Ocurriría años antes de Cristo. “Cuando el pueblo hebreo cae bajo el yugo de Babilonia son obligados a practicar el sexo ritual. La carne es débil… se adecuaron. Ya cuando se liberan repudian al enemigo y esto va a alcanzar sus prácticas sexuales. Y entonces nos llega como herencia judeocristiana este repudio a la carne, al placer y continúa naturalmente”.


En medio de los ágrafos

Pero volviendo a Gutemberg, el juicio que describe la novela presenta personajes como piezas mudas de algo muy importante, supuestamente insignificantes pero también fascinantes. El copista, por ejemplo. Estos hombres se pasaban años de años, toda una vida copiando las biblias a mano, solo que… no sabían leer. Eran ágrafos y por lo mismo su condición era necesaria para la iglesia. ¿Si leían y discrepaban? ¡Dios no podía ser puesto en entredicho!

“Esa figura de los monges ágrafos que se pasan los siglos escribiendo caracteres que ignoran me impresiona mucho, y me pregunto en qué medida somos también hombres ágrafos que hacemos automáticamente una cantidad de cosas sin entender por qué. Vas al aeropuerto y ves a las personas leyendo los mismos libros, vas al trabajo en la mañana a veces sin saber por qué, ejercen su sexualidad sin preguntarse nada cargando el bagaje del pecado, el temor a la homosexualidad, al pecado. Y así escribimos nuestra biografía sin entenderla, copiando vidas ajenas, costumbres y eso es perturbador”


El libro de los placeres prohibidos

Las putas y los imprenteros debían llegar a un lugar en la novela en el que el placer, los crímenes y la máquina de Gutemberg tuvieran mucho en común. Y era el terror de la iglesia a que se hicieran públicos los libros prohibidos, uno de ellos era El libro de los placeres prohibidos, en el que se describía detalladamente las instrucciones para las adoratrices. Podían elevar al cielo y al infierno a un hombre solo con el cuidadoso tacto de sus dedos, de su boca, con el movimiento adecuado de su vulva restregada.

"Este libro era una enciclopedia sobre el placer sexual, desde los ritos en Babilonia"hasta los actos que las prostitutas pasaban de generación en generación como hijas de un templo que ya no residia sobre la tierra sino en sus propios cuerpos. El solo hecho de que el libro pudiera masificarse con la máquinita de Gutemberg causaba en los miembros de la iglesia, ataques de pánico" 

Temían también a que sus propios cuerpos se abandonaran sobre el mismo libro. La iglesia entonces se apropia del pecado, del poder, y silencia, desaparece, guarda. La novela tiene una estructura policial mientras sigue al asesino que va desollando vivas a las prostitutas o hijas de Ishtar. 

"La literatura y la sexualidad son la misma cosa. Pero el poder cae, normativiza, la censura es tan antigua como la familia. Por eso sacralizan la literatura, para controlar, para ejercer un dominio y silencio. Los escritores somos hijos de Gutemberg (primer pirata de la historia). La literatura antes era sagrada, después profana" finaliza Federico Andahazi.


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Dinosaurios de latón

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